jueves, 1 de febrero de 2024

Otra mañana en la oficina

 


¿Qué fue lo que más echó de menos al ingresar en los benedictinos con 26 años?

-No poder ver a mi madre

Ferrán, monje de la orden benedictina del Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos)

 

Decía Paco Umbral que Madrid es en sí mismo un género literario, yo voy un poco más allá, creo que Barajas es en sí mismo un género literario.

Y allí estaba una vez más, en este caso en los mostradores de Etihad Airlines, con un cartelito de los viajes de la Comunidad de Madrid, o mejor dicho, de ViajaFaCyL (su análogo Castellano y Leonés)

Estaba esperando a los pasajeros que vendrían en los autobuses que tenían que llegar desde diferentes puntos de la comunidad (Burgos, Aranda de Duero, Segovia, León, Valladolid…) Eran tan sólo las 6 y media de la mañana, pero Barajas no duerme, el ritmo era infernal, y yo ya me había tomado dos cafés acompañados por la hamburguesa de 1€ (1,10€ en aeropuerto) del McDonalds de la T4.

- “¡Hola, buenos días! ¿Viaja usted con ViajaFaCyL?”

- “Ojalá, yo viajo con mi mujer”

- “Disculpe las molestias, caballero”

- “No, si no es culpa tuya”

El protocolo marcado por las agencias exige estar siempre como mínimo con 3 horas de antelación en los aeropuertos cuando el viaje es fuera de Europa, pero cuando el viaje es a destinos más exóticos, como en este caso (India), las agencias recomiendan estar con 3 horas y media de antelación. Quedaban apenas 3 horas y cuarto y allí no se había presentado aún nadie.

De pronto, al fondo, veía como subían desde la cinta transportadora una marabunta de sexagenarios enloquecidos y sudorosos que venían a la carrera con sus maletas.

- “Hola, eres Miguel Ángel, ¿verdad?, no te imaginas que completo inútil era nuestro conductor, nos ha dejado en otra terminal, ay dios mío que no llegamos, tengo aquí ya el visado y mi mujer ahora viene del baño y…”

-“No se apure, primero de todo, vamos a hacer fila en estos mostradores con el resto del grupo, tengan a mano el pasaporte y el visado, yo me quedo con ustedes y con la compañera de la aerolínea para que nos den a todos la tarjeta de embarque y luego ir al control de seguridad, y segundo, soy tan sólo Miguel”

- “Pero eres un ángel, hijo”

La gente en los aeropuertos suele llevar una mezcla de nervios, ilusión, miedo, irritabilidad y euforia que normalmente va siempre a más cuando se viaja en grupo, y ahí estoy yo, preso de su ciclogénesis explosiva.

- “¿MIGUEL, CON ESTE PAPEL YA VALE? ¿ESTO ES EL VISADO?”

Realmente era la primera vez que viajaba a la India, el único visado que había visto era el mío, y he de decir que en mi grupo había como 5 modelos diferentes, no tenía ni idea de cual era el correcto, pero tenía claro que ese marrón no me lo iba a comer mientras hacíamos fila india (nunca mejor dicho) en zigzag delante de un mostrador.

- “Señores, todos los pasaportes que me están enseñando son perfectamente válidos, tengan paciencia, vamos con tiempo de sobra y ahora nos van a dar las tarjetas de embarque”

Cuando existen tantas cosas que no dependen de ti (que nadie se haya olvidado la documentación, que las agencias hayan hecho bien los visados del grupo, que no haya overbooking en los aviones, que nadie se pierda en una escala en un país en el culo del mundo…etc) empiezas a relativizar todo, realmente templa mucho ser consciente de que el azar, o Jesús, o en este caso Shiva, tiene que ayudarte, de lo contrario, estás bien jodido, da igual que no sea culpa tuya, si una persona se pierde a medio camino porque ha querido comprar un recuerdo en la escala de Abu Dabi, estás bien jodido.

De pronto, me habló un trabajador de la aerolínea.

- “Disculpa, ¿eres el guía? Estos dos señores no tienen bien hecho el visado, tienen que llamar a su agencia y pedir este número de referencia que tienen los demás pasaportes, ¿lo ves?, que vayan pasando los demás y en un rato lo intentamos de nuevo”

Era un matrimonio bastante joven (para lo que acostumbro a llevar) no creo que tuviesen más de 55 años, la mujer estaba hecha un manojo de nervios y el marido no paraba de llamar al número de emergencia de la agencia mientras empezaba a brillarle la frente como claro síntoma de sudor.

Siempre he compadecido mucho a las personas sudorosas, yo desde crío he sufrido en mis carnes las incomodidades de acalorarme rápidamente con cualquier tontería, y con los años ha ido todavía a peor. No iba a permitir dejar en tierra a uno de los míos.

- “Aún queda mucho tiempo, no se preocupen, ustedes llamen al número de emergencia de su agencia y yo llamo a la mayorista, de aquí no me muevo yo hasta que ustedes tengan su tarjeta de embarque”

No me oyeron, les tenía a escaso medio metro y no oían, no razonaban, tan sólo el marido sostenía el teléfono y ella miraba a todos los lados a la vez.

- “OIGAN, LES DIGO QUE…”

- “¡¡LO TENEMOS, YA LO TENEMOS!!”

Daban saltos de alegría, en 2 minutos habían pasado del llanto al éxtasis, se abrazaban, les dije que si querían los podía acompañar a una copistería del aeropuerto para que imprimiesen el visado.

Hicieron caso omiso, se fueron por su cuenta, desistí. Dije al resto del grupo que fuese pasando al control de seguridad, yo esperaría a que llegasen estos dos tortolitos de la copistería o del lugar a donde hubiesen ido, todos nos veríamos en la puerta de embarque.