¿Qué fue lo que más echó de menos al ingresar en los
benedictinos con 26 años?
-No poder ver a mi madre
Ferrán, monje de la orden benedictina del Monasterio
de San Pedro de Cardeña (Burgos)
Decía Paco Umbral que Madrid es en sí mismo un género
literario, yo voy un poco más allá, creo que Barajas es en sí mismo un género
literario.
Y allí estaba una vez más, en este caso en los mostradores
de Etihad Airlines, con un cartelito de los viajes de la Comunidad de Madrid, o
mejor dicho, de ViajaFaCyL (su análogo Castellano y Leonés)
Estaba esperando a los pasajeros que vendrían en los
autobuses que tenían que llegar desde diferentes puntos de la comunidad (Burgos,
Aranda de Duero, Segovia, León, Valladolid…) Eran tan sólo las 6 y media de la
mañana, pero Barajas no duerme, el ritmo era infernal, y yo ya me había tomado
dos cafés acompañados por la hamburguesa de 1€ (1,10€ en aeropuerto) del
McDonalds de la T4.
- “¡Hola, buenos días! ¿Viaja usted con ViajaFaCyL?”
- “Ojalá, yo viajo con mi mujer”
- “Disculpe las molestias, caballero”
- “No, si no es culpa tuya”
El protocolo marcado por las agencias exige estar siempre
como mínimo con 3 horas de antelación en los aeropuertos cuando el viaje es
fuera de Europa, pero cuando el viaje es a destinos más exóticos, como en este
caso (India), las agencias recomiendan estar con 3 horas y media de antelación.
Quedaban apenas 3 horas y cuarto y allí no se había presentado aún nadie.
De pronto, al fondo, veía como subían desde la cinta
transportadora una marabunta de sexagenarios enloquecidos y sudorosos que
venían a la carrera con sus maletas.
- “Hola, eres Miguel Ángel, ¿verdad?, no te imaginas que
completo inútil era nuestro conductor, nos ha dejado en otra terminal, ay dios
mío que no llegamos, tengo aquí ya el visado y mi mujer ahora viene del baño
y…”
-“No se apure, primero de todo, vamos a hacer fila en estos
mostradores con el resto del grupo, tengan a mano el pasaporte y el visado, yo
me quedo con ustedes y con la compañera de la aerolínea para que nos den a
todos la tarjeta de embarque y luego ir al control de seguridad, y segundo, soy
tan sólo Miguel”
- “Pero eres un ángel, hijo”
La gente en los aeropuertos suele llevar una mezcla de
nervios, ilusión, miedo, irritabilidad y euforia que normalmente va siempre a
más cuando se viaja en grupo, y ahí estoy yo, preso de su ciclogénesis
explosiva.
- “¿MIGUEL, CON ESTE PAPEL YA VALE? ¿ESTO ES EL VISADO?”
Realmente era la primera vez que viajaba a la India, el
único visado que había visto era el mío, y he de decir que en mi grupo había
como 5 modelos diferentes, no tenía ni idea de cual era el correcto, pero tenía
claro que ese marrón no me lo iba a comer mientras hacíamos fila india (nunca
mejor dicho) en zigzag delante de un mostrador.
- “Señores, todos los pasaportes que me están enseñando son
perfectamente válidos, tengan paciencia, vamos con tiempo de sobra y ahora nos
van a dar las tarjetas de embarque”
Cuando existen tantas cosas que no dependen de ti (que nadie
se haya olvidado la documentación, que las agencias hayan hecho bien los
visados del grupo, que no haya overbooking en los aviones, que nadie se pierda
en una escala en un país en el culo del mundo…etc) empiezas a relativizar todo,
realmente templa mucho ser consciente de que el azar, o Jesús, o en este caso
Shiva, tiene que ayudarte, de lo contrario, estás bien jodido, da igual que no
sea culpa tuya, si una persona se pierde a medio camino porque ha querido
comprar un recuerdo en la escala de Abu Dabi, estás bien jodido.
De pronto, me habló un trabajador de la aerolínea.
- “Disculpa, ¿eres el guía? Estos dos señores no tienen bien
hecho el visado, tienen que llamar a su agencia y pedir este número de
referencia que tienen los demás pasaportes, ¿lo ves?, que vayan pasando los
demás y en un rato lo intentamos de nuevo”
Era un matrimonio bastante joven (para lo que acostumbro a
llevar) no creo que tuviesen más de 55 años, la mujer estaba hecha un manojo de
nervios y el marido no paraba de llamar al número de emergencia de la agencia
mientras empezaba a brillarle la frente como claro síntoma de sudor.
Siempre he compadecido mucho a las personas sudorosas, yo
desde crío he sufrido en mis carnes las incomodidades de acalorarme rápidamente
con cualquier tontería, y con los años ha ido todavía a peor. No iba a permitir
dejar en tierra a uno de los míos.
- “Aún queda mucho tiempo, no se preocupen, ustedes llamen
al número de emergencia de su agencia y yo llamo a la mayorista, de aquí no me
muevo yo hasta que ustedes tengan su tarjeta de embarque”
No me oyeron, les tenía a escaso medio metro y no oían, no
razonaban, tan sólo el marido sostenía el teléfono y ella miraba a todos los
lados a la vez.
- “OIGAN, LES DIGO QUE…”
- “¡¡LO TENEMOS, YA LO TENEMOS!!”
Daban saltos de alegría, en 2 minutos habían pasado del
llanto al éxtasis, se abrazaban, les dije que si querían los podía acompañar a
una copistería del aeropuerto para que imprimiesen el visado.
Hicieron caso omiso, se fueron por su cuenta, desistí. Dije
al resto del grupo que fuese pasando al control de seguridad, yo esperaría a
que llegasen estos dos tortolitos de la copistería o del lugar a donde hubiesen
ido, todos nos veríamos en la puerta de embarque.
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