miércoles, 16 de noviembre de 2022

Memorias de Armenia II

 

Amaneció en Ereván, es el momento de bajar a desayunar al comedor del hotel.

Nada más entrar en el comedor, y aún sin tener tiempo ni de servirme el café, me abordan unos cuantos clientes.

-          -¡Buenos días, Miguel! ¿Qué tal descansaste?

-          -Buenos días equipo, bien, ¿y vosotros?

-          -Bien, ya sabes, en 20 minutos nos vemos en la puerta del hotel

 

Evidentemente que lo sé, yo acordé esa hora con Naira. Por cierto, ¿qué tal habrá descansado ese angelito?

Ella, al contrario que yo, no duerme con el grupo en el hotel, ya que vive a pocos kilómetros con su familia.

-Con su hijo y su marido- me repetía en voz baja, casi como si aún no pudiera creer su verdadera edad.

Los 20 minutos del desayuno pasaron entre una especie de buñuelo armenio, queso, e interrupciones constantes de los clientes.

Es curioso como a partir de cierta edad, te importa 3 cojones todo lo que dices. Por lo general, la gente de más de 60 años decía lo primero que se le pasaba por la cabeza.

-  Miguel, no me gusta el desayuno

-  Miguel, ¿me da tiempo a subir a lavarme los dientes?

-  Miguel, tengo diarrea

Finalmente, y tras atender con más o menos éxito a todas las peticiones, me dirigí a la entrada del hotel, allí esperaban puntuales dentro del autobús Naira y Ludo.

-         - ¡Bariluis, Miguel!

-         - ¡Bariluis, compañeros!

Como ya podéis imaginar por el contexto, “bariluis” significa “buenos días” en armenio, no me digáis que no suena a broma.

Hago el recuento pertinente dentro del autobús, y partimos de excursión a una bodega armenia, ubicada muy cerquita de la frontera con Irán.

De pronto, me doy cuenta de que detrás del asiento de Naira, e inmediatamente a mi derecha, se han ubicado Victoriano y su pareja.

Victoriano es un cliente de unos 65 años, robusto, 1,80cm, con el pelo cano ligeramente ondulado repeinado hacia atrás, el cual le da un aspecto de actor italiano. Victoriano es cómico, cantarín y viajado. Victoriano es mi ojito derecho en este viaje. Su pareja, más discreta, es una señora encantadora algo más joven, de pelo rubio y media altura que no para de reír ante el tremendo personaje que tiene por… ¿marido? No sé, no se me ocurre preguntar qué tipo de relación tienen.

 

 

- Pero Victoriano, que alegría tenerle tan cerquita de los guías

- Tú calladito, que entre el pendiente que me llevas y el tinte de la otra, parecéis “El príncipe gitano y la rumana” menuda historia para Netflix. Además, no me trates de usted.

- JAJAJAJ, pero Victoriano, no soy Rumana, soy Armenia- Responde Naira

-Lo mismo da.

Se me caían las lágrimas de la risa. La poca delicadeza en su humor, y su semblante serio al hablar, me causaban carcajadas de varios minutos.

De pronto, Victoriano saca unas gafas de sol que le dan (aún) un aspecto más cómico y empieza a canturrear en bajito:

-          -…A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar…

Naira me mira entre sonriente y sorprendida.

-          -No te preocupes Naira, él es así, no le tomes en serio, siempre está de broma, pero es el mejor de todos los pasajeros.

-          -No pasa nada Miguel, va a ser muy divertido tenerle tan cerca de nosotros

Mientras empezábamos a salir de la ciudad, en el autobús solo se escuchaba a Victoriano muy bajito seguir canturreando con voz gravísima:

-         - … Galopa jinete del pueblo, que la tierra es tuya….

El ambiente del grupo era muy bueno, pero contrastaba con la situación política del país. Al este, Armenia tenía su frontera con Azerbaiyán, y llevaban varios años de conflicto bélico entre ambos países, que luchaban por el dominio de Nagorno Karabaj (Región que siempre fue Armenia, pero que le expropiaron durante su época soviética a favor de Azerbaiyán). En los últimos años, se había decretado un “alto el fuego” que, por desgracia, terminó pocos días antes de nuestra llegada a Armenia.

Además, no paraban de llegar miles de familias procedentes de Rusia, huyendo del temor a ser obligados a luchar en su guerra contra Ucrania. Por si esto fuera poco, la tensión con Turquía era enorme, dadas sus diferencias ancestrales por lo que fue el famoso “Genocidio Armenio” perpetrado por la misma Turquía.

-          -Naira, con toda la que está cayendo, ¿cómo puedes estar tan tranquila?

-          -Por desgracia, nuestro país lleva siendo varias décadas vapuleado por unos o por otros. La cabeza se acostumbra a absolutamente todo, y quiero pensar, que si tras tanta desgracia, sigue existiendo armenia, es porque nos espera algo bueno.

-        -  Estoy seguro de que así será Naira.

Me conmovía profundamente ver la entereza con la que hablaba, me la imaginaba pasando una vida de temores, siempre pendiente del siguiente conflicto armado, y, sin embargo, eso la había hecho fuerte, ella veía desde pequeña (como yo estaba viendo en ese momento) vallas publicitarias en su ciudad ensalzando al ejército armenio, en un ambiente siempre bélico, pero sin renunciar nunca a sus pequeños momentos de paz. La hora de comer, llevar a su hijo al colegio, y, sobre todo, su tremenda fe en que las cosas saldrían bien.

 

-          -Miguel, me has dicho que te gusta la literatura, quiero leerte este poema de uno de nuestros más célebres escritores: “William Saroyán” dice así:

 

“Me gustaría saber si existe en la tierra algún poder capaz de destruir esta raza, esta pequeña comunidad de gente insignificante, cuya historia ha llegado a su fin. Que tuvo numerosas batallas perdidas, cuyas estructuras se han desmoronado, cuya literatura no es digna de ser leída, ni su música de ser oída, y cuyos ruegos, no han sido contestados.

¡Adelante, continúen aniquilando esta raza!

¡Destruyan Armenia! ¡Miren si pueden hacerlo!

¡Sáquenlos de sus casas y envíenlos al desierto!

¡Déjenlos sin comida!

Quemen sus casas e iglesias, pero luego, miren si no son capaces de volver a reír.

Vean si no vuelven a cantar o a rezar.

Y cuando dos de ellos se encuentren, en cualquier lugar del mundo, vean si no vuelven a crear una nueva Armenia”

 

Mientras ella leía cada verso, yo veía en su tono, en su gesto, en su mirada, un atisbo de enorme valentía, de enorme entereza, de dignidad en las derrotas de su pueblo. Veía serenidad, veía ternura por su país, no veía venganza de ningún tipo. Estaba en Armenia, a 4mil km de España, escuchando a ese pequeño ángel. Fue una lección, una lección que tuve la suerte de escuchar con gafas de sol, porque me conmovió hasta las trancas, quedé impactado, torcí el gesto unos segundos, y me recompuse rápidamente para decir:

-         - No es Lorca, pero no está mal, en serio, es precioso

-          -Gracias, es un poco, en resumen, el sentir de todos los armenios

El autobús finalmente hizo su primera parada. Era el enésimo monasterio que teníamos fijado en ruta antes de la bodega

-       -   Estoy hasta los cojones de tantas iglesias, yo quiero ir con mi mamá- Me sugirió Victoriano

-          -Yo también quiero ir con tu mamá

-          -Pues no te pases o te mando con ella bajo tierra, príncipe gitano

Victoriano y yo nos pasábamos el día hablando con retranca, fue un lujo compartir tantos momentos con él. Recuerdo que una vez, estando en mitad de la nada, se nos averió el bus, y no me quedo más remedio que decir por el micrófono:

-          -Señores, tenemos que bajar del transporte, en un rato vendrá otro a buscarnos, este se ha estropeado. ¿Tienen alguna duda?

Se hizo el silencio unos segundos, de pronto, Victoriano levantó la mano con una terrible mueca de disgusto, al borde del llanto, y dijo con la cara llena de pucheros:

-         - ¿Vamos a morir?

La mañana pasó, y con ella, la excursión al monasterio. A continuación, fuimos a comer a un precioso restaurante ubicado en la montaña, Naira como siempre, se encargó de tomar la comanda de todo nuestro grupo, mientras le preguntaban:

-         - ¿Aquí ponen la cerveza fría?

-          -¿Luego que vamos a hacer?

-          -¿Está fresquita la coca-cola?

-          -Pero que guapa eres, ¿tienes noviete?

Ella tenía muchísima paciencia, se notaba que llevaba varios años trabajando en esto. Jamás tuvo un mal gesto, jamás perdió la sonrisa, aunque tanto a mí, como a Ludo, nos apenaba mucho verla acribillada con tanta pregunta chorra. Yo insistía todos los días en ayudarla, pero jamás hubo forma de convencerla. Finalmente, y tras acabar con el grupo, se sentó a comer con nosotros.

-         - Ay, Miguel, ¿te acordarás de Armenia cuando vuelvas a España?

-          -No sabes hasta que punto, quizá, hasta escriba algo

-          -Jajajaja, te voy a echar de menos, ojalá aquí las cosas no empeoren

-          -Yo también te echaré de menos Naira, si algún día vienes a España, ya sabes que allí tienes un amigo.

-          -Si entrásemos en guerra, mi marido dice que se quedaría aquí combatiendo, y yo querría combatir junto a él… pero me dice que me vaya, que ni loca…

-        -  Entiendo lo que quieres decir, pero él lleva razón, tienes que mirar también por ti y por tu hijo…

-          -Es cierto, pero ¿dónde podría ir?

-          -Pues a España Naira, si hablas el idioma mejor que la mitad de la población

-          -¿De verdad crees que podría?

-          -Con los conocimientos que tienes, lo apañada que eres, y lo que vales, claro que podrías, estoy convencido

Mis explicaciones no parecieron convencerla, se quedó mirando apenada su pequeña botella de agua, que era pequeña como ella, como Armenia, como su hijo…

-          -Rumana, Gitano, ya he terminado de comer, ¿dónde puedo ir ahora a dormir la siesta? - Nos interrumpió Victoriano-

 

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