lunes, 14 de noviembre de 2022

Memorias de Armenia

 

En las noches de ahogo, miro atrás y me acuso.

Y es que, en estos tiempos, en algunos aspectos de la vida, la ignorancia es un síntoma de sabiduría, pero, por el contrario, el silencio nos hace cómplices de muchas injusticias.

En esas estaba yo, vigilando desde la retaguardia a mi grupo de 40 turistas, observando como cruzábamos el puente que divide la frontera entre Georgia y Armenia, en una especie de improvisada marcha fúnebre que tenía como banda sonora el llanto de un niño pequeño, que lloraba desconsolado seguramente intimidado por los trámites burocráticos fronterizos, por las altas temperaturas, o por el tenso silencio que acompañaba este lugar tan inhóspito.

-          -Señores, al otro lado de la frontera nos espera Naira, nuestra guía local en Armenia, ella estará con un cartel de nuestra compañía, tengan a mano su pasaporte, y caminen lo más juntos posible.

Una de las prioridades que tengo siempre con el grupo es, que vaya lo más unido posible, puesto que está compuesto por personas de la 3ª edad. En su mayoría son personas muy viajadas, y de buena salud, pero sucede habitualmente, que también se encuentren personas de movilidad reducida, y por eso yo vigilo siempre desde atrás e insisto en llevar un ritmo más o menos parecido, adaptado también a las personas más lentas para evitar rezagados.

El día antes de viajar a Armenia, ya había hablado con Naira por Whatsapp con el fin de aclarar algunas dudas sobre los trámites necesarios para llegar a su país, y de paso, informarle de la hora a la que llegaríamos. Primeramente, me llamó mucho la atención su forma de escribir. Escribía en un perfecto castellano: Usaba tildes, escribía el imperativo correctamente, y puntualizaba todas sus frases con tremenda habilidad. Además, por su foto, era bastante joven, algo nada habitual en todos los guías con los que me había cruzado hasta entonces.

Finalmente, llegamos al puesto fronterizo Armenio, pasamos el control de pasaportes y reuní a todo mi grupo.

De pronto, del bullicio generado por mi grupo de 40 personas, surge la voz de lo que en un principio me pareció una niña pequeña.

- ¡¡Bienvenidos a Armenia!! Vayan todos al autobús, está nada más salir.

- Hola, eres Naira ¿verdad? Yo soy Miguel

Evidentemente que era ella, el único problema, es que en su foto de Whatsapp lucía una melena negra azabache, y en persona resultó ser rubia platino, además, parecía aún más joven que en foto.  

-        -  ¡Hola Miguel! Si, soy yo, tienes razón, debería actualizar mi foto. ¿Cómo estás?

-        -  Divinamente Naira, estamos todos muy contentos de estar en tu país.

Nos estrechamos la mano, después de todo, ella iba a ser mi compañera de trabajo durante los siguientes 4 días. Darse 2 besos en España hubiese sido lo normal, pero en Armenia hubiera resultado absolutamente innecesario. Desde el principio ella sonreía de oreja a oreja, noté rápidamente como se hacía con todo el grupo, y también conmigo.

Como comentaba, Naira luce una melena rubia, tiene los ojos color miel, un cutis de bebé, medirá aproximadamente 1,55cm y habla con dulzura y resolución. Me gusta el contraste que tiene entre su escaso tamaño y lo apañada que es.

Nuestra primera visita con Naira es a los Monasterios más cercanos, ella lo maneja todo:

Maneja el tiempo, la entonación, las explicaciones, no deja de sonreír ni un minuto, establece conmigo los tiempos de descanso y finalmente, tras hora y media de visita, nos lleva de vuelta al autobús para ir al restaurante establecido en ruta.

Reconozco que, tras contemplar esa exhibición, ese derroche de habilidades en alguien tan cercano a mi edad, me sentí un poco intimidado, su función y la mía, aunque ambos como guías, eran totalmente diferentes, pero tuve algo de vértigo pensando en que mi trabajo, debía estar a la altura del de esa diminuta armenia.

Finalmente llegamos a un bonito restaurante ubicado en las verdes montañas armenias aún fronterizas con Georgia.

Me apresuro a darle toda la información referente al grupo del que nos encargamos.

-        -  Naira, ella es Ingrid, no puede comer pescado. Él es Victoriano, pedirá cerveza en cada comida, él es…

-        -  No te preocupes Miguel, yo iré apuntando uno a uno todas las peculiaridades del grupo

-         - ¿Sabes decir peculiaridades? ¿Pero eres de Ereván o de Valladolid?

-        -  Jajajaj, siéntate con el chófer en la mesita de la esquina, yo en cuanto termine, iré para allá.

Eso hice, al principio traté de ayudarla con las anotaciones, pero me insistió mucho en que prefería encargarse ella sola, así que ahí estaba, en una mesita a solas con nuestro chofer armenio “Ludo”, mientras ambos observábamos como Naira atendía uno a uno a todos.

-         - Hello Ludo! Do you speak english?

-         - NO

 

Pues estamos cojonudos, Ludo. No me quedó más remedio que sacar el móvil y ojear… nada, ya que no teníamos ni cobertura, ni wifi. Finalmente, Naira se sentó a comer.

-          -¡Qué aproveche mis chicos!

-          --¡Qué aproveche Naira, Ludo!

La comida tenía una pinta exquisita, había más de 5 tipos de quesos, unas ensaladas variadas, y una especie de pisto templado.

-        -  Luego vendrá la carne, Miguel. Espero que tengas apetito.

-          -Naira, tanto el grupo, como yo, estamos muy contentos contigo, creo que mereces que te lo diga.

-          -¿Sí? Pues muchísimas gracias, Miguel, yo tengo que decir lo mismo. Por cierto ¿Cuántos años tienes?

-          -Tengo 26, supongo que más o menos como tú. ¿Me equivoco?

-         -  Jajajaj ¿lo dices en serio? Pero si tengo casi 40

 

En ese momento pensé que la pobre se estaría equivocando al traducir los números, eso, o que en Armenia cada 365 días cumplen años dos veces.

 

-          -¿Casi 40? Jajajaj, Naira, ¿estás diciendo que me sacas más de 10 años?

-          -Si Miguel, tengo un hijo de 6 años, y llevo casada 12. ¿De verdad pensabas que era de tu edad? Tengo exactamente, 37 años, de los que llevo trabajando como guía 13.

No supe bien que decir, ni que pensar. Por un lado, sentí alivio, ya que llevando tantos años trabajando, entendía que podía ser un poco más normal esa exhibición de talento, ese derroche de habilidades como guía, e irremediablemente, al liberarme de esa barrera competitiva que era tener la misma edad, sentí menos intimidación. Pero por otro, y aunque aún no era consciente, lamentaba que, de golpe y porrazo, lo que era una chica a priori de mi edad, hubiese pasado a ser toda una madre casada. Sólo ahí me di cuenta, de que, sin yo saberlo, ya me había propuesto inconscientemente poder conocerla un poco más.

No me gustaría que esto se malinterpretase. En una sociedad en la que primero se folla y luego se pregunta el nombre, es normal que cualquier tipo de atracción que se sienta por una persona, se confunda o se interprete de forma errónea. Atracción sexual sentía por mil chicas, no me parecía algo meritorio, ni algo a destacar, para mí, como para muchas otras personas, el sexo estaba desvirtuado y completamente alejado del amor, y ya no del amor, incluso de la complicidad, del encandilamiento, del sentimiento de admiración. Veía en el sexo una especie de apego que me causaba desapego, una competición en la que alardear quien era más gilipollas, un desahogo instintivo. Evidentemente existían contadas ocasiones en las que sexo y amor eran uno, pero lo dicho, contadas ocasiones.

Y yo en ese momento por Naira, no sentía amor, ni atracción sexual, pero quería saber todo sobre ella. 6 horas habían sido más que suficientes para querer aprenderlo todo, de golpe Armenia era el país más interesante del mundo, y ella un pequeño ángel que me guiaría a mí y a mi ejército de 40 jubilados a entender todo.

-         - Joder, ¿37 años entonces? Ya me dirás que cremas usas, porque es una locura

-         - Jajajaj yo también pensé que quizá tú tenías alguno menos

-         - Y Ludo, ¿qué edad tiene?

-         - 38

-         - Eso ya me cuadra más.

El jodido Ludo no estaba atendiendo absolutamente nada de la conversación, pero en el gesto se le veía contento, como reconfortado de estar compartiendo mesa con nosotros. Yo también estaba muy contento de existir.

-         - Bueno Naira, ahora quédate tú aquí comiendo con Rado, voy a ver que tal ha comido el grupo

-         - De acuerdo Miguel, gracias.

Había dos señoras que habían sido especialmente gruñonas durante todo el viaje, me temía lo peor a la hora de preguntarles sobre su comida, de cualquier forma, procuré ser lo más cercano posible con ellas:

-        -  Hola queridas, ¿Han comido bien?

-         - Miguel, que alegría, hemos comido de maravilla, y esa Naiara, tan atenta…

-         - Naira, se llama Naira

-         - Ah si, Naira. ¿No es encantadora? Si pudiera, le daría un beso

-         - Anda, ¡y yo!

-          -Jajajajaja, la verdad que es riquísima, ¡nos dará un gran viaje!

Todo el grupo coincidía en la amabilidad y cariño de la pequeña Naira. Todo era felicidad, les di 10 minutos para que terminasen los cafés, y nos fuimos al bus, rumbo a Ereván, la capital de Armenia.

El trayecto duraba 2 horas y media, suficientes como para que la mayoría de los pasajeros se quedasen dormidos.

Es habitual que en este tipo de viajes no se disponga de cobertura móvil ni de wifi, por ello llevo siempre a mano algún libro que me amenice el trayecto.

Pero no pude leer en esas 2 horas y media.

Naira y yo teníamos los 4 asientos delanteros para los 2, tal y como suele marcar la norma. Ella estaba a mi derecha (al otro lado del pasillo) y, por tanto, yo a su izquierda.

Por el camino me habló de Lorca, de Dalí, de Gala… no me podía creer el conocimiento que tenía de todos ellos. Hubo un momento en que tuve que disimular mi gusto por todo lo que nombraba, porque empezaba a parecer que lo que en realidad me gustaba no eran esos artistas, sino ella. Aunque vaya, empezaba a ser inevitable.

A la hora y media ya todo el autobús estaba en silencio, sólo quedábamos hablando ella y yo, ahí decidimos que quizá lo mejor era contemplar en silencio el paisaje y ver como poco a poco caía la noche, con los ronquidos de nuestros 40 protegidos.

Al poco ella cayó dormida, observé como se ladeaba de lado a lado, su respiración era tan suave y su nariz tan chata, que me tenía que fijar en su diminuta tripa para ver si todavía respiraba.

La contemplé como un padre contempla a su hija recién nacida, como un abuelo consiente a su nieta primeriza. Fue realmente espectacular ver cómo era capaz de ser tan resuelta, de tener tanto estilo, de ser apañada, dulce y cortés a la vez.

-         - Puñetera Naira, ¿cómo tendrá esos pies tan diminutos? Es graciosa, la cabrona.

Fuera ya era de noche, a lo lejos se empezaban a ver las luces de Ereván, pero yo prefería seguir mirando la suave respiración de Naira. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario